Neverland es, en la obra de teatro “Peter Pan y Wendy” de James Matthew Barrie, una isla ficticia donde sus habitantes, llamados “los niños perdidos”, son conocidos por negarse a crecer, vivir sin reglas ni responsabilidades y pasar la mayor parte de su tiempo divirtiéndose o viviendo aventuras.

Never Neverland surge de la autoexposición de momentos de intimidad durante la transición hacia la edad adulta en un periodo de siete años. En un recorrido por las sensaciones de dejar la juventud llegados los treinta, el proyecto transcurre entre la crisis, la búsqueda y la huida, el amor y la pérdida.

La exploración del umbral entre la juventud y la adultez, inherente a la experiencia humana, se representa aquí como la grieta de la que emergen la vulnerabilidad, los conflictos internos y el anhelo por las experiencias estimulantes. La bienvenida, aunque con tintes de rechazo, a un tránsito vital que se situa a caballo entre la inocencia y la toma de conciencia; la celebración y la introspección; la resistencia a la monotonía y las responsabilidades; la búsqueda de libertad y el peso de la construcción social acerca de hacerse adulto. Never Neverland expone este rito de paso como la representación visual de un límite ficticio, envuelto en una atmósfera dolorosa pero llena de deseos. Atravesar este límite genera miradas de recelo hacia lo que se va y lo que está por venir, pero también varios interrogantes: ¿Qué significa ser joven? ¿Qué te hace ser adulto? ¿Hay realmente algo de lo que despedirse en este proceso?